Bahía de Petacalco, Guerrero. Octubre 2004. En la orilla de la playa pueden encontrarse miles de piedritas blancas y de colores.
Voy caminando descalzo y mientras platico con mi hermano me pongo a juntar unas cuantas que voy guardando en mi mochila. Antes de irnos pasamos a comprar algo en una casita a la orilla de la playa, creo que cocos, y noto que hay muchos costales llenos de piedras, organizados por colores y tamaños.
Doña Mary, quien nos despacho, me cuenta con toda tranquilidad:
- Esos costales? Nosotras los juntamos mijo. Cuando la pesca disminuyo las mujeres del pueblo comenzamos a juntar las piedritas y venderlas. A los artistas les gustan mucho, hacen murales con ellas y cosas asi. Comenzamos con pocas, pero nos organizamos y ahora las mandamos a Guanajuato, León, Monterrey, y hasta a los Estados Unidos, a Los Angeles. Las usan luego para las casas.
Pos si mijo, si esta cansado. Pero que se le va a hacer? Hay que comer. Y mira, bendita sea la vida, que el mar nos trae estas piedritas para que nosotras las juntemos y vendamos.
Y pense: cuando hay voluntad, siempre hay manera de salir adelante. Como que las piedritas de mi mochila ya ni me pesaron.
eugenio abraham
Notas de mi cuaderno de viaje, 2004.
Y ahora que recuerdo: dias antes en Morelia, comiendo en un Sanborns, me tope con unos muchachos y sus papas que discutian acaloradamente de como la gente pobre del pais estaba asi por que querian, por que por flojos no hacian nada. Ja! Que facil es juzgar a los demás desde la comodidad de una mesa servida con comida pagada por papá. Si tan solo ubieran conocido a Doña Mary.
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