A la Memoria, esa de visita furtiva y clandestina. Quizá parca, quizá austera, pero siempre placentera; tal como resulta lo seguro y conocido.
A esa memoria a la que me abrace para no ahogarme flotando en el olvido, que se volvió a momentos consuelo y en otros tantos alivio. Silente cómplice que a luz de luna destilamos mares.
A ti, en tu día, memoria de mis tantos ayeres: gracias. Disculpa que no me sea posible despedirme pero ya no me cobija la noche, he salido al fin a buscar amaneceres.
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