Paty era siempre la más seguida durante los recreos.
La mayoría de los niños -e incluso los profesores, no la perdían de vista una vez que salía del salón. Apenas sonaba el timbre y ella se dirigía hacia el gran portón negro de la escuela, su madre la esperaba para entregarle una gran cesta de mimbre.
Paty regresaba entonces al patio, donde todos ya la esperábamos en una fila. Aquellos tacos de huevo en salsa roja y papas con chile, eran la cosa más rica que uno pudiera comer por las mañanas.